miércoles, 3 de diciembre de 2014

Un año en Colombia: soltando amarras...

Sinay escribió: "Soltar es un arte. Como tal es una experiencia de aprendizaje y muchas ganas de ir haciendo camino al andar". Lo que no dijo es que sería fácil. 
Decidir nunca es sencillo. Es una de esas tareas complicadas que requieren listas de ventajas y desventajas, de las causas y las consecuencias, de los cambios que habrá que adoptar y las cosas que hemos de enfrentar. Por supuesto, se trata de una cuestión más mental que real porque nunca sabemos que pasará realmente. 

Vista panorámica de la ciudad desde el cerro de Monserrate

Un 3 de diciembre de 2013 viajé a Bogotá con mi par de maletas, mi cámara de fotos y sin ticket de vuelta. Que más de una vez añoré. Hoy, sentada frente a la computadora a 4600 kilómetros del país donde nací, miro para atrás y me emociono al pensar todo lo que he vivido en Colombia.  Les confieso que fue muy duro dejar Argentina y separarme de mi familia, mis amigos, y mi vida profesional... pero estaba convencida que tenía todo por aprender... ¿y que he aprendido en estos 12 meses? Mucho: a distinguir un cachaco de un paisa, que las arepas con queso me saben a beso, que los 7 tonos del azul los encuentro en San Andrés, que la paz se puede encontrar en Villa de Leyva, que un tinto puede ser un vino y también un café. Que un corrientazo es algo más que una descarga eléctrica, que Guatavita esconde una leyenda, que las mujeres de Botero no están gordas sino infladas, que detrás en un billete de 50 mil pesos se puede hallar una historia. 
He descubierto además, la hospitalidad colombiana, la gracia de Doña Elvia, la frescura de Angélica, la solemnidad del Profe Oscar, la simpatía de Diana y que 21Korredores además de un equipo de entrenamiento, también puede ser una familia. 

Imagen extraída de la página de 21korredores.

Aprendí que si me pongo unas gafas menos oscuras, con más aumento y donde cabe mucha luz puedo ver el mundo tal como es y no como me lo han contado; que puedo cambiar de filtros y observar a las personas con sus diferentes matices; que cuando algo termina, hay que tener coraje para sostener el vacío; que el alma suele moverse a ritmos diferentes de los del cuerpo porque es más fácil mover el cuerpo que instalar el alma...

Alguien me dijo alguna vez, "el mundo es demasiado grande para evitar una despedida". Gracias a todos los que me han apoyado y a los que vuelven amena mi realidad. A mis padres por estar siempre ahí transmitiéndome ánimo y por enseñarme que los hogares se construyen desde adentro; a mis hermanas Romina y Ana Carla por incentivarme siempre a dar saltos (y decirles que es una grandísima suerte tenerlas en mi vida); a la generosidad de Ana Ravera; a la paciencia de Gonzalo Reynoso; a Guillermina, Marianela y Carolina que me sostienen a diario con su amistad; a las personas que siempre me leen; a Elizabeth, Ellen y Mónica porque Colombia sin ellas no sería lo mismo; a Santiago mi compañero, mi amor, mi hogar; y a todos los colombianos que me transmiten su rico sabor y sus ganas de vivir.

Imagen tomada el Día Festivo de Colombia en el Parque El Virrey.

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